sábado, 14 de marzo de 2015

Las Meninas

CLAUDIA ESTEBAN, PILAR HERNANDEZ Y NATALIA SORIANO.

LAS MENINAS.


Las meninas es una de las obras pictóricas más famosas del pintor barroco español Diego Velázquez que le encargó la familia real.  Según Antonio Palomino, un pintor y tratadista de la pintura española, esta obra fue finalizada en 1656, esta fecha corresponde con el último período artístico del artista.

Diego Velázquez es un pintor sevillano que nació en 1599, fue una persona discreta y reservada, descendía por la familia paterna de Portugal y sevillanos por la rama materna. Velázquez uso el apellido materno e intentó demostrar sin éxito la nobleza de su familia. Comenzó a trabajar en el taller sevillano del maestro Francisco Pacheco con 11 años, fue quien hizo que Velázquez se convirtiera en un gran artista, además también fue su suegro. Sevilla en esta época era una de las ciudades más ricas y pobladas de España, era también un importante centro cultural y artístico. En 1617 Velázquez se examina ante el gremio de pintores de la ciudad de Sevilla y queda inscrito como uno de ellos. A partir de ese momento pudo tener su taller y aprendices propios y recibir encargos. Pronto empezó a destacar sobre los demás artistas de la ciudad, en estos años iniciales Velázquez utiliza una paleta de colores terrosos y recurre a la técnica del tenebrismo. Para Velázquez su máxima aspiración era convertirse en pintor real, para ello realizo sin éxito su primer viaje a Madrid, sin embargo en su segundo viaje consigue retratar al rey y es nombrado pintor de cámara, a partir de esos años se instala definitivamente en Madrid. Su carrera artística obtuvo cada vez mayor reconocimiento hasta conseguir su máxima ambición, su nombramiento como caballero de la Orden de Santiago. Velázquez pinto este cuadro en 1656, año perteneciente al reinado de Felipe IV, penúltimo monarca de la dinastía de los Austrias en España, hacía más de diez años que había tenido lugar la caída del Valido Conde-Duque de Olivares y ocho años del final de la guerra de los treinta años cuyas consecuencias para España y el reinado de Felipe IV fueron un clara decadencia del imperio español. Velázquez murió el seis de agosto de 1660 y fue enterrado con el vestido y la insignia de caballero de la Oren de Santiago.

Velázquez desarrolló su carrera durante el siglo XVIII, y en ella podemos encontrar diferentes etapas que corresponden con los lugares donde viajaba y realizaba sus obras. Estas etapas son: la etapa sevillana, primera etapa madrileña, primer viaje a Italia, segunda etapa madrileña, segundo viaje a Italia y tercera etapa madrileña. Esta obra pertenece a la última etapa madrileña, a pesar de que en la obra el propio Velázquez se representa con un aspecto mucho más joven que el que tenía en realidad cuando realizo esta obra.
El tema central que representa el cuadro es el retrato de la infanta Margarita de Austria, colocada en primer plano y rodeada por acompañantes ''las meninas'', aunque también aparecen otros personajes. También recibe el nombre de ''La familia de Felipe IV'', pero en 1843 fue cuando se le atribuyo el nombre de ''Las meninas''. Menina es un término de origen portugués que se utilizaba en la Corte española para referirse a las damas de familia noble que desde muy jóvenes entraban a servir como doncellas de honor a la reina y a las infantas. En este caso, las dos meninas aparecen a ambos lados de la infanta Margarita y son María Agustina Sarmiento e Isabel de Velasco. Dos personajes secundarios que terminarían por dar título al cuadro.
 Es una pintura realizada en óleo sobre lienzo de grandes dimensiones, formado por tres bandas de tela cosidas verticalmente donde las figuras situadas en primer plano se representan a tamaño natural. El artista resolvió con gran habilidad todos los problemas del espacio en su obra gracias al dominio que tenia del color y a la gran facilidad para representar a los personajes. El cuadro está dividido en tres líneas que agrupan a sus personajes.  La parte principal está formada por la infanta las dos meninas, Mari Bárbola y Nicolas de Portusato, en la segunda franja aparecen el propio autor, Marcela Ulloa y el personaje que  la acompaña, y por último en la última línea se sitúa el personaje que se observa al fondo del cuadro, esta perspectiva lineal utilizada por Velázquez aporta una gran sensación de profundidad en el cuadro. En cuanto al análisis técnico de los personajes de esta obra podemos encontramos a: 
- Los reyes Felipe IV y Mariana de Austria, aparecen reflejados en un espejo, colocado en el centro y fondo del cuadro. Una hipótesis sobre su representación es que precisamente es el retrato de los monarcas los que estaba representando Velázquez.
- José Nieto Velázquez, era el  aposentador de Palacio, en la obra aparece representado en el fondo, en la puerta abierta por donde entra la luz exterior. Se muestra con la rodilla doblada y los pies sobre escalones diferentes.
Diego Velázquez, el autorretrato del autor se encuentra de pie, delante de un gran lienzo y con la paleta y el pincel en sus manos. El emblema de la cruz de Santiago que luce en el pecho fue pintado posteriormente.
- María Agustina Sarmiento, menina de la infanta Margarita situada a su izquierda. Está ofreciendo agua en una pequeña vasija, la menina inicia el gesto de reclinarse ante la infanta real, gesto propio del protocolo real.
Isabel de Velasco, segunda menina de la infanta, aparece de pie a la derecha de la infanta vestida con la basquiña de guardainfante en actitud de hacer una reverencia.
- Infanta Margarita, es la figura principal del cuadro, tenía cinco años de edad cuando fue representada y alrededor de ella gira toda la representación. Fue uno de los personajes reales que más veces retrato Velázquez  a lo largo de su carrera artística.
Mari bárbola, enana de origen alemán que formaba parte de la Corte, entro en la corte cuando nació la infanta, se puede observar por su rostro que padecía alguna deficiencia física, aparece a la derecha de la infanta.  
- Nicolás de Portusato o de Portosanto, enano de origen noble nacido en Italia que lo encontramos junto al perro mastín que aparece en la parte derecha del cuadro.
Marcela de Ulloa, guarda menor de damas en la Corte, era la encargada de cuidar y vigilar a todas las doncellas que rodeaban a la infanta Margarita, se encuentra representada con vestiduras de viuda y conversando con otro personaje.
Guardadamas de la Corte. Único personaje sin identificar con seguridad, situado a la derecha de Marcela de Ulloa.

El conjunto de perspectivas utilizadas es único y produce un efecto “atmosférico” en el ambiente representado, como si el pintor hubiese pintado el aire entre las figuras. En primer lugar la perspectiva aérea sirve para generar la sensación de que la sala continúa más allá del lienzo, difuminando progresivamente las gamas tonales. La obra se divide en tres planos. En el primer plano la luz entra por la ventana, para ir acentuando la penumbra a medida que se aleja. De repente esta penumbra se rompe bruscamente al penetrar a través de la puerta un gran foco de luz que amplia enormemente el espacio. De esta forma quedan muy iluminados los personajes del primer plano y del fondo, quedando el espacio intermedio en penumbras.
La perspectiva lineal, es decir, diversas líneas imaginarias, verticales y horizontales (línea del techo-pared; cuadros colgados, el suelo) que guían nuestra vista hacia el fondo y nos hacen creer en una fuerte tridimensionalidad.

El punto central de la perspectiva, converge en José Nieto, apoyado en el marco de la puerta. Los personajes del primer plano contrastan con el esbozado de los objetos de la habitación.

Velázquez tiene una gran influencia de Tiziano y Rubens. Su pincelada es alargada y más difusa a medida que el espectador aleja su ojo del cuadro. Los colores predominantes en la obra son los cálidos, de gama cromática limitada y contenida, con predominio de acromáticos (grises) ocres y blancos que aportan luminosidad. Pequeños detalles de rojo, atraen la atención y rompen con la monotonía cromática.

En cuanto al espejo se supone que la reina y el rey están fuera de la pintura, y su reflejo en el espejo los sitúa en el interior del espacio pictórico. El espejo, situado sobre el  muro del fondo, muestra lo que hay: la reina, el rey. Una hipótesis alternativa es que el espejo refleja la tela de Velázquez, tela que ya tiene pintada con la representación de los reyes. De hecho, este cuadro sólo tiene sentido óptico si se ve desde las pupilas de los reyes

Las Meninas no es un cuadro de Corte, que represente al Rey ni a los cortesanos, sino una escena cotidiana dentro de la Corte. Era un cuadro muy extraño para la época. Nadie sabe lo que está pasando en el cuadro; se dice que Velázquez estaba pintando al Rey y a la Reina, que están fuera de cuadro. Otra teoría sería que el Rey interrumpe a Velázquez, que está pintando a las Meninas y todos miran hacia él. Pero lo realmente bonito del cuadro es que nadie lo sabe. El misterio que rodea al cuadro es mucho más interesante. Trabajar sobre un misterio es mucho mejor que hacerlo sobre una certeza.

Probablemente Las meninas han estado influenciadas por la obra de Jan van Eyck, El matrimonio Arnolfini. Cuando Velázquez estaba pintando Las meninas, el cuadro de Van Eyck formaba parte de la colección de palacio de Felipe IV y Velázquez, sin duda, conocía muy bien esta obra. En El matrimonio Arnolfini de manera similar, hay un espejo en la parte posterior de la escena pictórica, que refleja dos personajes de cara y una pareja de espalda. Aunque estos personajes son muy pequeños para poder ser identificados. Un efecto similar está presente en la Venus del espejo, el único de los desnudos pintados por Velázquez que se ha conservado; la cara del personaje se desvanece en el espejo, más allá de todo realismo. El ángulo del espejo es tan fuerte que aunque normalmente sea descrita como que se está mirando en él, está de manera desconcertante mirando al espectador.

Como conclusión vamos a hacer referencia a una cita sobre la grandiosidad de este cuadro elaborada por Víctor Nieto Alcaide, historiador de arte de la UNED.

... fue el primer pintor cultivado, […] en todas las disciplinas, principalmente en aritmética y geometría, sin las cuales decía que no podía culminar el arte. […] este arte se admitía como primer grado de educación liberal. Lo cierto es que siempre tuvo el prestigio de ser practicado por hombres libres y más tarde por personajes de alto rango, y de haber estado vetado siempre a los esclavos. Esta es la razón por la que ni en pintura ni en escultura hay obras famosas realizadas por esclavos»

 


LA SAGRADA FAMILIA DEL PAJARITO DE MURILLO.

La Sagrada Familia del pajarito es una obra pictórica barroca que pertenece al siglo XVII.
Fue realizada en 1650 y es quizá, una de las obras más populares del artista sevillano Bartolomé Murillo.
Bartolomé Murillo (1617- 1682) es uno de los pintores más destacados del Barroco español, que perteneció a la escuela andaluza. Nació en Sevilla en el seno de una familia de catorce hermanos, a los nueve años quedó huérfano y cinco años después, entró a formar parte de una de las cuatro grandes escuelas que había en Sevilla, la de Juan del Castillo, donde se formó como pintor.
Durante toda su vida trabajó en Sevilla donde realizó su primer encargo importante, una serie de lienzos destinados al claustro de San Francisco el Grande. La serie se compone de trece cuadros, uno de los más destacados es La cocina de los ángeles.
Después de pintar dos grandes lienzos para la catedral de Sevilla, empezó a especializarse en los dos temas que mejor caracterizan su personalidad artística: la Virgen con el Niño y la Inmaculada Concepción, de los que realizó multitud de versiones.
Sus vírgenes son siempre mujeres jóvenes y dulces, inspiradas seguramente en sevillanas conocidas del artista. Aparecen rodeadas de ángeles, niños, nubes y luces que las envuelven en una atmósfera vaporosa. También se pueden encontrar rasgos semejantes en su representación de Jesús niño como El Buen Pastor.
Murillo representó también a niños de la calle, que parecen relacionados con la novela picaresca. Estos aparecen descalzos, visten con ropa vieja y parece deducirse que tienen que robar para subsistir, como se puede observar en su obra Los niños comiendo fruta. Así mismo también representó algunas figuras femeninas como La muchacha con flores.
En 1660, tras una estancia de dos años en Madrid (1658-1660), funda una Academia de Pintura junto con Francisco de Herrera.

Su carrera artística finalizó en 1682 con su obra Los Desposorios de Santa Catalina, ya que falleció mientras trabajaba en ella, a consecuencia de una caída desde un andamio.

Centrándonos en la obra, fue realizada en óleo sobre lienzo y responde a la técnica tenebrista del Barroco. Mide 144 x 188 cm y recibe este nombre debido al pajarito que el niño está mostrando con la mano derecha al perro que se encuentra a sus pies.

A pesar de ser una escena, en apariencia, familiar y cotidiana, en realidad se trata de un tema religioso y los personajes que aparecen son la Virgen María, San José y el Niño Jesús.

En la obra se puede observar a La Virgen María devanando una madeja de hilo, mientras contempla a su marido, San José y a su hijo el Niño Jesús. Este se encuentra apoyado en los brazos de su padre mostrando una escena tierna entre padre e hijo, ambos protagonistas de la obra.

La importancia concedida a San José es fruto de las ideas contrarreformistas de valorización de su figura. Aquí lo vemos representado como un buen padre con un rostro inteligente y paciente, quedando la figura de La Virgen María en segundo plano.

Respecto a su composición se puede observar un triángulo en el centro de la imagen formado por San José, el niño Jesús y el perro que se encuentra en el suelo. Estos tres personajes también forman una línea diagonal formada por sus miradas entrecruzadas. La Virgen se encuentra en un segundo plano colocando así como personajes principales a San José y al Niño, lo que aporta profundidad al cuadro.

En la obra encontramos movimiento marcado por la rueca que esta hilando la Virgen ya que su hilo se encuentra en movimiento.

En referencia a los colores, podemos apreciar un contraste entre claros y oscuros. El fondo de la escena representada es oscuro, lo que hace que los rostros de los personajes destaquen más.

La obra en general tiene una tonalidad oscura donde destaca la tela que San José tiene sobre sus piernas de color oro cálido y el blanco frío de la ropa del niño Jesús, de la tela de la cesta de labores de la Virgen María y del perro.

La luz que entra por la izquierda del cuadro provoca fuertes contrastes de luz y sombra, dejando el fondo en total penumbra.

El artista trata con cuidado cada uno de los detalles de la escena así, tras la figura de San José podemos observar su banco de trabajo y a los pies de María el cesto de la costura con las tareas que debe realizar, ambos simbolizan el trabajo. También se pueden observar los pliegues en el manto de San José o el gesto delicado del perrito.


Para finalizar, esta obra fue llevada a París por José I donde formó parte del Museo Napoleón. Más tarde, en 1819, ingresó en el Museo del Prado donde se encuentra actualmente. La obra muestra claras influencias de autores como Zurbarán y Ribera.








RETRATO ECUESTRE DEL CONDE-DUQUE DE OLIVARES


Este retrato fue realizado por Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, uno de los pintores más destacados de la historia española, nació en Sevilla en 1599. Inició su aprendizaje en el taller de Pacheco en Sevilla donde pintó obras religiosas con un realismo inusual y magníficos efectos de claroscuro que le hizo destacar por encima de otros muchos. Por ello, en 1623 el Conde Duque de Olivares le llamó para que fuera Madrid a retratar al rey. Al gustarle tanto el retrato lo nombró  pintor de la corte. Así empezó su carrera como pintor, donde hizo numerosos retratos del monarca y de su familia aunque también realizó una gran cantidad de obras que destacan por su gran realismo y sobriedad junto a un magistral empleo de la luz. Para muchos el cuadro más destacado de Velázquez fueron Las Meninas. También hay que nombrar sus retratos a personas enanas y tullidas. Durante sus dos viajes a Italia se formó profundamente y realizó varios cuadros destacando, en su primer viaje, La Fragua di Vulcano y en su segundo, el retrato de Inocencio X. Velázquez era experto en plasmar en sus obras el carácter y la psicología de los retratados y únicamente tenía la idea de pintor por encima de cualquier otro concepto de artista. Falleció en Madrid en 1660.

Hay dos dataciones de la obra respecto al año, 1636 y 1638, queriendo tomar por buena, la fecha de 1636 que es la que indica el Museo del Prado. Pertenece al barroco español del siglo XVII, época de decadencia política, aunque artísticamente fue el Siglo de Oro. Se cree que fue pintado tras la batalla de Fuenterrabía, pues el humo y el paisaje que aparece en la imagen son de tal lugar.

Este retrato fue encargado por el propio Gaspar de Guzmán, conocido como Conde Duque de Olivares. En esta obra Velázquez tuvo que esmerarse especialmente, pues Don Gaspar era el valido del rey, el máximo cargo de la corte después de este y le había mostrado su apoyo desde sus inicios como pintor.
Cuando murió el Conde, el retrato, que residía en el palacio de este, paso a formar parte de las colecciones reales. En 1819, con la apertura del Museo del Prado, el cuadro se trasladó hasta ahí de forma permanente junto con otros muchos cuadros de Velázquez.
La técnica utilizada es el óleo sobre lienzo, mide 313 centímetros de alto por 239 centímetros de ancho y se encuentra en un estado de conservación bueno aunque ha sido restaurado.

Es un retrato ecuestre ya que el personaje principal aparece montado a caballo y también es propagandístico esto se ve en el caballo, símbolo de poder y autoridad. Podemos clasificar la imagen como figurativa por una clara semejanza con la realidad.

En este retrato predomina el color respecto al dibujo, esto se debe a que Velázquez pintó el cuadro sin dibujo previo, lo que también hace que no haya contornos claros.
Sobre el color predominan los colores fríos como el azul del cielo, el blanco de las nubes o el tono pardo de las colinas aunque contrastan con el color marrón del caballo y el rojo de la faja del conde que son cálidos.

La composición es de Aspa Barroca, pues hay dos diagonales que se cruzan en el centro. La primera va desde la cabeza del equino hasta la cola y la segunda la forma el cuerpo del conde, ascendiendo desde la izquierda hasta la derecha. También hay una composición piramidal y hay predominio de la verticalidad.

Respecto a la figura del Duque, aparece representado sobre un caballo, honor normalmente reservado a monarcas y que refleja el poder que tenía como valido (lo que sería actualmente Primer Ministro).Conde Duque de Olivares se muestra con media armadura, sombrero, banda y bengala de general, además de un bastón de mariscal que remarca el alto cargo que tenía. Al mismo tiempo mira hacia el espectador, asegurándose de que somos testigos de su hazaña en los campos de Fuenterrabía.
La figura se ve desde un punto de vista bajo y su torso se gira hacia atrás con lo que parece más esbelto de lo que en realidad era en comparación con otros retratos, también del propio Velázquez, que se convirtió en su único retratista.
Es apreciable también en el cuadro, una de las características propias de Velázquez, el retrato psicológico, en el que además de representar los rasgos físicos del retratado, también representaba la personalidad de cada hombre.
En la obra, en primer lugar debemos destacar un naturalismo que no solo era propio de Velázquez, sino del Barroco en su conjunto. Es apreciable el realismo en los pliegues del fajín que cuelgan o en las crines del caballo.
También destaca el dinamismo, pues la captación del movimiento es muy certera. El barroco abandona la posición estáticas de las figuras de épocas anteriores y se centra en el movimiento. Velázquez es capaz de captar el preciso momento en el que el caballo se levanta, mientras el Conde, que se dirige hacia la batalla, gira momentáneamente la cabeza.
En esta obra se puede apreciar un meticuloso estudio de la profundidad. El artista estudiaba detalladamente el modo en el que incide la luz sobre la superficie de algunos objetos. A través de la representación de la luz, cuyo foco proviene del lado izquierdo consigue resaltar la profundidad y la distancia del propio duque con el campo de batalla.
Velázquez recurre a la perspectiva aérea para dar profundidad sobre el lienzo plano. La batalla está representada en la lejanía con pequeñas manchas y el paisaje es realizado esquemáticamente: las colinas se difuminan en tonos verdes y azules, proporcionando sensación de lejanía en lo que se le conoce como paisaje Velazqueño.
La enorme figura de Olivares se presenta sobre un precioso caballo Bayo, de colores blancos y amarillos, en posición totalmente escorzada, característica muy empleada en el barroco al marcarse una clara diagonal principal, que junto con la posición de perfil de la figura da sensación de profundidad.
En la obra se produce un tratamiento adecuado de la luz y las sombras, representadas con un gran realismo. El foco de luz proviene del margen izquierdo proyectando sombras correctamente en la dirección opuesta.
Además, aparecen arrepentimientos en las patas delanteras del caballo que eran correcciones realizadas por el propio Velázquez.

Un detalle curioso de esta gran  obra se puede encontrar en la esquina inferior izquierda. Observamos una hoja de papel que aparece vacía en la cual, supuestamente debía haber firmado el pintor sevillano. Esto significa que Velázquez, orgulloso del cargo en la familia real y de su gran fama, no siente la necesidad de firmar su obra, pues no hay otro  artista capaz de pintar como él y al mismo tiempo, consideraba sus obras la mejor firma.
Para finalizar podemos destacar de Velázquez que aparte de ser retratista de la Corte también realiza numerosos retratos de otros personajes como bufones, enanos o su propio criado retratándolos con la misma dignidad con la que puede retratar al Papa Inocencio X.
Cultivó también el tema mitológico y el religioso, pintura propia de la Contrarreforma, además de algunos temas históricos. Ya en el XIX, serán Manet y otros muchos grandes artistas del impresionismo francés los encargados de estudiar la característica pincelada suelta del sevillano desarrollando nuevas tendencias.


Carlos Ubé y Luis Ibáñez






martirio de san felipe


Situado en el museo Nacional del Prado en Madrid, nos encontramos la obra pictórica del Martirio de San Felipe, sin lugar a duda, una de las obras más relevantes de la pintura del periodo Barroco en España.

Esta gran ora artística pertenece al autor valenciano José de Ribera que, junto a Ribalta , otro de los pintores valencianos del siglo XVII, llegaran a ser dos grandes representantes de la pintura española en el Barroco.

 Nacido en Játiva (1591) , Ribera realizó su formación artística en Valencia . Siendo muy joven  se trasladó a Roma, e inmediatamente a Nápoles , donde se estableció hasta su muerte en 1652.

 Podemos dividir la temática de su obra en tres partes, en primer lugar plasmó las enfermedades y rarezas, posteriormente las obras de carácter mitológico y por último obras de temas religiosos, donde encontramos el Martirio de San Felipe . Será en Nápoles donde Ribera desarrolle la mayor parte de su producción artística y disfrute de buena parte de su vida. Allí Ribera fue conocido con el sobrenombre del “Spagnoletto” , hecho que demuestra que siempre se sintió muy orgulloso de su procedencia .

A lo largo de la historia del arte ,José de Ribera ha sido considerado como el punto de arranque del movimiento naturalista y tenebrista en España, aunque la mayor parte de su vida la pasó en Italia. En cuanto a su producción artística cabe hacer referencia a tres claras etapas:

1.La primera etapa albergó los años 1620 a 1635 , en esta etapa Ribera conoció la pintura de Caravaggio que le llevo a adoptar la estética tenebrista.

2 .Durante 1635 a 1640 se desarrolla la segunda etapa en la pintura de Ribera , es en esta etapa donde el autor realizó el Martirio de San Felipe en el año 1639 .Esta etapa se caracteriza por una influencia de la pintura Veneciana y una disminución de los efectos tenebristas , predominan los colores más claros y más variados , interesándose por el paisaje y una pincelada mas suelta .

3.La tercera etapa que data de 1640 a 1652 supuso una vuelta al tenebrismo , en el que , sin embargo , perviven rasgos de la etapa anterior de modo que los contrastes entre luz y sombra no son tan fuertes como en su primer periodo , y además mantuvo un sentido colorista y la pincelada suelta .

A la hora de introducir la obra lo primero que debemos conocer es la escena que retrata el autor , y por qué recibe este nombre . Nos encontramos ante un cuadro de óleo sobre lienzo que nos muestra la preparación del Santo San Felipe para su martirio , es decir , la muerte y sufrimientos que está a punto de padecer por defender su doctrina religiosa y negarse a rechazarla .

Es de tema religioso y , representa a Felipe de Betsaida . Felipe era seguidor de Juan el Bautista y , tras el llamamiento de Jesús paso a ser uno de sus doce apóstoles . Felipe murió crucificado al igual que Jesús pero , a diferencia de este , fue atado con cuerdas y no atravesado con clavos

 

El cuadro destaca por la representación anatómica del mártir, en la que Ribera dejó muestras de su dominio de la técnica del claro oscuro y del uso de la luz para componer volúmenes, donde podemos observar que proviene del exterior, es natural e incide de forma muy directa en el cuerpo del Santo .Al tratarse de una obra de madurez no observamos ese profundo tenebrismo de Ribera influenciado por Caravaggioo , sino que se aprecia mayor luminosidad y colorido de influencia Veneciana .

En cuanto a su composición se observan dos claras diagonales en torno a la que gira el cuadro. La primera abarca el brazo extendido y el cuerpo del santo formando un violento escorzo y , la segunda la forman los personajes de la derecha y la espalda de uno de ellos que se encuentra sujetando los pies del Santo .

La escena nos sugiere una clara sensación de movimiento y, podemos apreciar una sucesión de triángulos que le aportan a la obra dinamismo y teatralidad características propias del periodo Barroco. Otra de las peculiaridades también muy barrocas es el rostro de San Felipe, el cual muestra un dramatismo que pretende conmover al espectador al representar con gran rigor el sufrimiento.

El cuadro se complementa con figuras a su derecha que parecen estar comentando el martirio y otras que se encuentran a nuestra izquierda , destacando entre ellas  a una mujer con un niño en sus brazos observando directamente al espectador , sirviéndose como ternura de la escena en  contrapunto con la figura del Santo .

La obra está compuesta por colores fríos pero podemos observar el rojo cálido en la vestimenta de uno de los personajes. Ribera aporta gran realismo a las texturas como podemos observar en la cruz, la piel de las personas, las vestimentas...

Para concluir con la obra debemos hacer hincapié  en la idea de que Ribera es considerado el precursor del naturalismo  y del tenebrismo en España , al igual, que sus influencias posteriores en otros autores como Velázquez y Murillo .

 

 

 

 

 

 

 

Jesús Fuertes
LAS HILANDERAS
Este cuadro lleva el nombre de “Las Hilanderas” y su autor es Diego Velázquez. Nació en Sevilla en 1599 y falleció el 9 de Agosto de 1660. Fue un pintor barroco, el cual es considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y maestro de la pintura universal. Sus primeros años los pasó en Sevilla donde comenzó a pintar desde muy joven en un taller propio y posteriormente en el taller de Pacheco, su maestro. En Sevilla desarrolló un estilo naturalista de iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio. A los 24 años se trasladó a Madrid, donde fue nombrado pintor de la Casa Real y le otorgan caballero de la Orden de Santiago.
Su trabajo consistía en pintar retratos para los monarcas y cuadros para decorar las estancias reales. Realizó varios viajes a Italia por recomendación de Rubens donde conoció desde la pintura más antigua hasta la de sus días. El viaje a Italia le permitió evolucionar en su estilo de pintar, pero concretamente en el trabajo de la luz y la pincelada rápida y suelta.
Su contexto es el Barroco el cual se desarrolló en los siglos XVII y primera mitad del siglo XVIII. Se consideró una obra anterior a “Las meninas” (1656), pero actualmente las fechas de su realización son sobre el 1657-1659. Esta obra fue realizada para D. Pedro de Arce, Montero del Rey.
En cuanto al análisis técnico se trata de un óleo sobre lienzo, además es una imagen figurativa porque es semejante a la realidad y un retrato colectivo ya que se aprecian diferentes mujeres. Es sedente ya que las hilanderas aparecen sentadas y representa la figura completa. Esta pintura se trata de una escena porque aparecen las hilanderas trabajando con sus ruecas para obtener el hilo.
En la imagen hay dos escenarios claramente diferenciados por su iluminación. Menos iluminado aparece el taller donde unas mujeres se encuentran desarrollando diversas tareas del proceso de hilado. A nuestra izquierda una mujer con la cabeza cubierta, trabajando con una rueca mientras mantiene una conversación con una joven que descorre una cortina roja. A la derecha, hay una mujer que aparece de espaldas al espectador hilando un ovillo de lana, mientras a su lado aparece medio cuerpo de una joven portando un cesto. En el centro de la composición, vemos otra joven de la que apenas vemos el rostro y se agacha para recoger los restos de lana, mientras un gato juega con un ovillo. Al fondo hay una escalera de dos peldaños la cual conduce a una segunda estancia más iluminada, donde se exponen los tapices del taller, 3 jóvenes elegantemente vestidas, contemplan a una figura con casco que interpretamos como Atenea, esta levanta la mano frente a otra joven, Aracne, retándole a realizar un tapiz que representa “El rapto de Europa” de Tiziano, el cual admiraba Velázquez.
Este primer plano es realista y el segundo plano es idealista, ya que se trata de un tema mitológico, en concreto la fábula de Aracne cuya inspiración literaria deriva de la metamorfosis de Ovidio. El contenido de la fábula narra la historia de la joven Aracne, una hábil tejedora de Libia que era muy considerada por su trabajo. Sus admiradoras le decían que parecía que la misma Atenea le hubiera enseñado a lo que la joven contestaba que la diosa no tenía nada que enseñarle. Atenea, enfadada, por la soberbia de Aracne, bajo al taller de esta disfrazada de anciana para aconsejarle que no hablara así de la diosa. Aracne no hizo caso, por lo que Atenea decidió presentarse ante la muchacha con todos sus atributos de su poder y retarla a hacer un tapiz para ver quien lo realizaba mejor. El tapiz que tejió Aracne era lo suficientemente bueno como para que Atenea se sintiera molesta, pues además la joven representó en el las aventuras galantes de Zeus, padre de Atenea. Esta cuando contemplo el tapiz llena de ira golpeo a Aracne con su lanzadera convirtiéndola en araña y condenándola a tejer eternamente.
Es igualmente destacable el dominio que demuestra Velázquez en esta obra de la perspectiva aérea, de manera que las figuras parecen difuminare fruto de la atmósfera que las envuelve, esto es, el efecto atmosférico, la sensación de que entre las dos figuras hay aire que distorsiona los contornos.
Respecto a la paleta de colores es muy reducida, constando de ocres, marrones, rojos y azulados, mientras que los pigmentos son aplicados muy disueltos con pinceladas sueltas utilizando manchas, como en el caso del gato o el rostro inacabado de la mujer del centro, y aplicando capas de color, que de cerca solo parecen manchas pero que al alejarnos cobran sentido. Los contornos son poco definidos como consecuencia de la manera de trabajar del pintor, rápida, con seguridad en la pincelada, con un dominio del color y la pincelada sobre el dibujo.
El artista consigue anticiparse al impresionismo en 250 años.
La luz es diferente, en el primer plano es oscura y en la segunda escena aparece más luminosidad. Proviene de una posible ventana por tanto, es natural, habiendo un único foco de luz, siendo admirable que con tan poco colorido se obtenga esa excelente luminosidad.
Velázquez ha sabido dar sensación de movimiento, como se aprecia en la rueca, cuyos radios no vemos, parece quedar detenida en un momento continuo y en la figura de la derecha que devana la lana con tanta rapidez que parece que tenga 6 dedos. El autor parece detener el tiempo en un instante fugaz.
Como característica no solo del autor sino del Barroco, el autor juega desde el primer momento con la interpretación del tema. Así logró la apariencia de una escena cotidiana que esconde una interpretación con sentido mitológico.
Podemos igualmente como Velázquez al final de su vida, rinde tributo a algunos maestros que más influyen a lo largo de su carrera como hace con Rubens y  su “Rapto de Europa” o al reproducir en una de las jóvenes de nuestra derecha, casi de manera exacta, la postura de uno de los Ignudis de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, que seguramente contemplaría en uno de sus viajes a Italia.
Como finalidad del cuadro Velázquez quiere indicarnos que la pintura es un arte liberal, igual que el tejido de tapices, no una artesanía como la labor que realizaban las mujeres.





Desirée Tavira e Irene Doñate.




La Ronda de Noche de Rembrandt

La Ronda de Noche de Rembrandt



La Ronda de noche” o “Ronda nocturna” es una de las obras maestras y más conocidas  del autor holandés Rembrandt. Fue pintada entre 1640 y 1642 cuando el pintor tenía unos 34 años. El arte de los Países Bajos, está estrechamente relacionado con la pintura flamenca de la época de Rembrandt, posee un gran carácter nacional y se sostenía por los encargos de la burguesía.

Rembrandt es considerado como el mejor y más famoso pintor holandés. Nació en Leiden en 1606 en el seno de una familia acomodada, y desde muy joven decidió dedicarse a la pintura. Fundó un taller de pintura que pronto tuvo mucho éxito, y durante estos primeros años pasó de un estilo en el que predominaban los colores brillantes a una creciente afirmación de los contrastes producidos por la luz.

El gran empleo que hizo Rembrandt de esta técnica le confirió a su obra una gran fuerza y personalidad.

Posteriormente se mudó a Ámsterdam, donde se casó y prosperó económicamente hasta la muerte de su esposa, cuando sufrió una gran crisis.

Estas dos fases de su vida se reflejan en su obra: las primeras pinturas son alegres y brillantes, mientras que las de los últimos años tienen un carácter más profundo, sombrío y sereno. Rembrandt destacó por sus cuadros de temática religiosa, sus retratos y autorretratos.

Murió en Ámsterdam en 1669.

La obra se encuentra en un contexto histórico marcado por numerosos conflictos bélicos, como fue la Guerra de los Treinta Años, causada por una disputa que causó una profunda división religiosa y que tuvo como uno de sus escenarios principales los Países Bajos.

Esta  guerra finalizó con la Paz de Westfalia. La sucesión de guerras propició una gran crisis económica  por toda Europa que junto con las malas cosechas hizo que descendiera rápidamente la población, aunque en el norte de Europa no fueron tan graves las consecuencias. En estas zonas aumentó la producción y por tanto se dio el auge del comercio, surgiendo así la burguesía.

A la vez, surgía en Holanda un tipo de pintura muy particular y con características propias que fue muy importante dentro del Barroco. 

En este país, de religión luterana, la sociedad burguesa tenía una importante relevancia social, política y económica, por lo que la pintura se destinó en su mayoría a las viviendas de este grupo social.

Sus temas fueron:

-          Los religiosos, que no se destinaban a las iglesias, sino que se refirieron exclusivamente a escenas religiosas dirigidas a las viviendas con la finalidad de facilitar la meditación.

-             Las escenas mitológicas, pintadas con intención moralizante.

-         La vida de la burguesía, que representaba imágenes de las actividades diarias en el interior de las viviendas, las calles de las ciudades, los bodegones, los floreros, los paisajes rurales...

-          El retrato, que era de carácter austero. Era muy frecuente el retrato colectivo.

La obra fue encargada para ser expuesta en la inauguración de la sede de la compañía del Capitán Frans Banninck Cocq, junto con otros retratos de sus miembros. El pago de la obra se retrasó ya que no cubrió las expectativas de los integrantes del cuadro, por no estar totalmente definidos; a pesar de esto y de su calidad no fue muy apreciada por la crítica de la época, aun formando parte de la tradición holandesa de los retratos colectivos.

Posteriormente se utilizó para decorar la sala principal de la Sede de la Milicia Cívica de Ámsterdam. En 1715 se trasladó a la sala del Consejo de Guerra del  Ayuntamiento de la misma ciudad.

El cuadro presenta a la milicia del capitán Frans Banninck Cocq en el momento en el que se preparaban para salir a recorrer la ciudad en su misión de vigilantes del orden.

El capitán está dando la orden de marchar al teniente Willem van Ruytenburgh, mientras que detrás de ellos aparecen los 16 integrantes de la Compañía, que tuvieron que pagar una suma considerable al autor para aparecer en el cuadro, cobrando así Rembrandt 1600 florines, unos 730 euros.

Se pueden destacar tres personajes principales:

-          El capitán Frans Banninck Cocq: Es la figura principal, la cual estructura el cuadro. Alarga la mano hacia el espectador invitándole a participar en la escena a la vez que da la orden a su teniente.

-          Teniente Willem van Ruytenburgh: Es la persona que recibe la orden del capitán, cuyo uniforme es amarillo para realzar su figura debido a su escasa altura.

-          La niña: Es un personaje clave, ya que no sólo es la única figura femenina, sino que sirve de foco de luz y las sombras no le tocan. Se cree que era Saskia, primera esposa del pintor. Del cinturón le cuelga un gallo blanco, emblema de la Compañía.

Se trata de pintura mueble, realizada en óleo sobre lienzo, que posteriormente fue barnizada para que estuviera protegida. Mide 363 x 437 cm. En cuanto al tema, Rembrandt rompió con la típica representación colectiva y estática para crear una escena de calle llena de dinamismo y muy novedosa para la época.

Otro de los motivos por los que no fue muy aceptado fue por el fondo en el que se encuentran representados los personajes, ya que no permite distinguirlos fácilmente. Las figuras siguen un orden jerárquico preciso como establecía la tradición.

Aunque aparentemente la obra, realizada con una mezcla de perspectivas lineal y aérea, muestra una composición desordenada, está realizada  siguiendo los ejes medios del rectángulo formado por el lienzo.

Se puede ver un eje horizontal que sirve de apoyo a las dos figuras principales, y que está marcado por el grupo central de los personajes que van vestidos con trajes coloridos.

Un eje vertical que se observa determinando la posición del Capitán vestido de negro, acompañado por el teniente, haciendo así que la escena quede centrada; una circunferencia en el centro de los personajes principales, donde hay gran luminosidad; y por último las diagonales que forman el hasta de la bandera y la lanza, encuadrando a tres grupos de personas, entre los que sobresalen los dos cargos más altos de la Compañía.

Además la sensación de espacio en diferentes niveles recuerda a otras obras del Barroco como Las Meninas de Velázquez, o El Jardín de Amor de Rubens.

La importancia del dibujo queda disminuida por la de la luz y el color.

El autor utiliza las técnicas del tenebrismo y del claroscuro para crear fuertes contrastes entre la penumbra y la luz.

Hay un foco de luz a la izquierda, el cual proyecta sombras e ilumina a ciertos personajes, a la vez que deja en penumbra a otros. La niña, de la que emana una luz propia, también podría considerarse un foco.

Esta luz es aplicada de forma sutil por el autor, y difumina los contornos de las figuras. Resbala por ellas creando texturas de metal, telas e incluso la piel de los personajes.

La iluminación es la gran protagonista del cuadro.

En esta obra el color no ocupa un papel secundario, es muy rico, lleno de contrastes y matices. Sobre un fondo gris verdoso o pardusco se ven vibrar discretamente, o afirmarse con decisión, azules claros, verdes oliva, castaños dorados, negros y rojos. Destacan el brillante amarillo del traje del teniente, frente al negro del traje del capitán en el centro del cuadro. Combina los tonos cálidos, como el rojo del fajín del capitán y los colores marrones y ocres, con los fríos. Predominan los tonos cálidos, dorados. El color ha sido aplicado con pinceladas anchas, espontáneas y pastosas en algunos lugares, mientras que en otros se observan pequeños y finos trazos.

Para finalizar se podrían añadir algunas curiosidades sobre el cuadro, como que cuando se trasladó a la sala del Consejo de Guerra  del Ayuntamiento, fue recortado por el lateral izquierdo y el lado superior,  por falta de espacio, eliminando así la aparición de tres personajes. Esto se conoce porque se han encontrado copias de la obra original.

Además el título de la obra es erróneo, ya que se conoce como ‘La Ronda Nocturna’ y realmente representa una escena diurna. Esto se debe a una confusión habida con su interpretación ya que en la época el cuadro se encontraba muy deteriorado a causa del barniz y la suciedad acumulada, haciendo así que pareciera una escena nocturna.

Entonces su título original según un boceto preparatorio que se encontró, sería “La compañía militar del capitán Frans Banninck Cocq y el teniente Willem van Ruytenburgh”.

Actualmente se encuentra en el Rijksmuseum en Ámsterdam, una galería especializada en arte neerlandés.



Gustavo Armas

EL RAPTO DE LAS HIJAS DE LEUCIPO

El rapto de las hijas de Leucipo  es una obra realizada en 1616 por el artista Pedro Pablo Rubens. Pertenece al período del Barroco, más concretamente al barroco flamenco.Rubens nació en Westfalia en 1577 y murió en 1640 en Flandes. Rubens es conocido como un gran diplomático y viajante. Inició su actividad artística en Ambeles, Flandes, y completó su formación en Italia, donde estudió obras de Miguel Ángel, de la pintura veneciana y artistas del momento como Caravaggio.
Sus obras están marcadas por un color vivo, técnica aprendida de Tiziano, y por un movimiento conseguido gracias a la utilización de la diagonal.
Centrándonos en el análisis de la obra, estamos ante una obra realizada en la juventud de Rubens, en la que nos presenta una de las escenas más dramáticas del Barroco.
El tema de la obra es mitológico, representa el momento en el que Cástor y Pólux, mellizos de Leda y Zeus, raptan a las hijas de Leucipo, Hilaíra y Febe, para evitar que se casen con sus primos y conseguir que se casen con ellos, cosa que consiguen finalmente.
Nos encontramos ante un óleo sobre tabla que mide 2,22 metros de alto por 2,09 metros de ancho.
Todo en la imagen aparenta estar en movimiento: los músculos están en tensión, hay una lucha entre los personajes, el movimiento agitado de los cabellos…
La composición de esta obra es compleja, pues está enmarcada en un óvalo circular, diagonales, triángulos y arcos.
Rubens elige para el rapto un paisaje imaginario sobre el que sitúa, en un primer plano, al grupo de figuras y, en un segundo plano, un paisaje idílico, mostrando un cielo gris con nubes oscuras que se acercan, presagiando que se acerca el mal. En el suelo pinta prados verdes con árboles de diferentes alturas para dar sensación de profundidad.
En cuanto al grupo de personajes, en un primer lugar vemos a las hijas de Leucipo, robustas y desnudas. Estas están en movimiento, lo que proporciona movimiento a la obra y sensación de profundidad por los escorzos que se muestran en ellas.
En segundo lugar encontramos dos jinetes, Cástor y Pólux. Ambos presentan una importante musculatura y, debido al esfuerzo que están realizando, el cuerpo en tensión. En ellos podemos apreciar claros escorzos laterales. El caballero montado a caballo tiene una armadura metálica, en la cual se refleja el cuerpo desnudo de una de las hijas de Leucipo, a la cual intenta raptar con una gran tela roja a la que sujeta con fuerza. En cambio, el otro caballero aparece sin ningún tipo de armadura, se encuentra desnudo intentado coger con sus propias manos a la otra hija de Leucipo.
El autor se preocupa por captar la psicología de los personajes mostrando la desesperación en el rostro de las mujeres y el deseo de poseerlas de los hombres.
En cuanto a los caballos, aparecen nerviosos, lo que acompaña a la tensión del momento. En el caballo del fondo se observa más la agresividad ya que levanta sus dos patas delanteras. En cambio, el más cercano se muestra más sereno, cumpliendo las órdenes de su amo.
Por último, en el lateral izquierdo de la obra, aparece Cupido agarrado a un caballo. Con esto Rubens pretende suavizar el carácter de la obra ya que dichos hermanos raptan a las hermanas por amor. Este personaje contrasta con el resto de la obra puesto que su rostro es tranquilo y sereno, mirando fijamente al espectador.
Respecto al análisis cromático, se puede observar el contraste del color de piel entre los personajes femeninos y masculinos, siendo la de los hombres más oscura.
Rubens se muestra como un maestro en la utilización de los colores, mezclando colores primarios con secundarios (contrasta el rojo de las túnicas con el rubio de los cabellos y las blancas carnes de las hermanas). Además aparecen colores fríos como el gris, ocres… los que se encuentran en el fondo, en cambio, en el primer plano se utilizan colores más cálidos. Como vemos, el caballo del fondo está pintado en colores más fríos para producir sensación de alejamiento, al contrario que el más cercano, que utiliza colores cálidos para transmitir cercanía.
La luz procede del cielo iluminando a los personajes, por lo que es exterior.
Estamos ante una obra dramática, lo que aporta teatralidad en la posición de los cuerpos, en los que se observa gran movimiento.

Para finalizar, hay que comentar que esta obra se encuentra en el museo de Alte Pinakothek en Munich.



LA VOCACIÓN DE SAN MATEO



La Vocación de San Mateo es una obra de Caravaggio, que se realizo a principios del Barroco, durante los años 1599 y 1600. Se encuentra en un lateral de la capilla Contarelli en la iglesia de San Luis de los Franceses en Roma, donde aún se conserva. Sobre el altar de la capilla se encuentra la obra de San Mateo y el ángel y en el otro lateral el Martirio de San Mateo. Es una pintura mueble cuya técnica es el óleo sobre el lienzo y mide 3,22 x 3, 40m.

La historia de este cuadro comienza 40 años antes de que se pintara. En 1560 un cardenal francés, adquirió en la iglesia de San Luis de los franceses en Roma una capilla, que hoy lleva su nombre, la capilla de Contarelli. Veinte años más tarde el cardenal falleció y en su testamento había dejado a su encargado dinero e instituciones para la decoración de esa capilla. Eran muy precisas y dejaban claro que debían recoger imágenes y escenas de la vida de su patrón, San Mateo. Se contrató a Joseph Cesari, uno de los pintores manieristas de Roma y del propio papa Clemente VII. Él se comprometió a ejecutar las pinturas en año y medio pero siete años más tarde, el encargo seguía sin ejecutarse. Cansados de esperar, en 1599 se firma un nuevo contrato con Caravaggio, un pintor casi desconocido y joven, quién en el tiempo marcado la realizó.

Se trataba de una obra bien pagada y en un espacio sagrado pero de acceso al público e importante.
Su autor Miguel Ángel Merisi, nació en 1571 en una ciudad de Roma llamada Caravaggio, de ahí su sobrenombre. Durante los primeros momentos de artista se muestra influenciado por el manierismo pero tempranamente se va adentrando en el naturalismo que tiene su traducción técnica en el empleo de contrastes entre luz y sombra.

La personalidad compleja y agresiva de Caravaggio le llevó por una vida ajetreada y violenta. Una larga estancia en un hospital marcó su pintura, pasó de colores más claros y temas picaros y amables a torturas y martirios. Murió en 1610 con tan solo 39 años en un ambiente de enigmas.

En el caso de la Vocación es de temática religiosa, Caravaggio describió a su manera, el pasaje bíblico en que se narra como Mateo se convirtió en apóstol de Cristo según el evangelio.

La lectura del cuadro está dirigida por la luz que entra por una ventana que queda fuera del cuadro. Se distinguen dos grupos de personajes: el primero, dos figuras de pie que representan a Cristo, acompañado de San Pedro, estos señalan a uno de los personajes de la mesa, invitándole a seguirle. Caravaggio pintaba muy rápido y de manera directa y en este cuadro su arrepentimiento fue la introducción de San Pedro porque tapa casi por completo a Cristo, esto no aparecía en la idea original del autor pero lo añadió luego.

En el segundo grupo aparecen unos hombres entorno a una mesa. San Mateo se encuentra con cuatro acompañantes y con gesto sorprendido, parece preguntar si es a él a quien llama y se dispone a seguirles. Un hombre mayor con anteojos mira a un joven que continúa absorto en las monedas, ignorando lo que ocurre, mientras los dos jóvenes de la derecha parecen sorprendidos ante los recién llegados.

Esta escena representa un  anacronismo, ya que encontramos a Cristo y San Pedro en el S. XVII, que reconocemos por la vestimenta de los personajes, siendo contemporáneos de Caravaggio. El plano superior tiene un fondo neutro y una ventana pero el foco de luz proviene del exterior del cuadro, creando una línea diagonal que ilumina la escena.
Para crear profundidad y volumen vemos la técnica del tenebrismo iniciada por Caravaggio y el uso del claroscuro. Se caracteriza por el contraste de luces y sombras, creando dramatismo.

También es destacable el realismo de Caravaggio, que imita perfectamente materiales como plumas, pelos o telas. Este realismo junto con el tenebrismo logra un estudio psicológico de los personajes, reprensados con la misma humanidad sin importar su clase social.

Los colores de la obra son cálidos pero pálidos. Predominan los secundarios entre los que encontramos tonos tierra, grises o naranjas, aunque también se utilizan colores primarios como el rojo en algunas telas.

En cuanto a las influencias, Caravaggio se inspiró para esta composición en un grabado de Holbein y utilizó algunos de los modelos habituales en sus cuadros como La Buenaventura. Caravaggio no se olvidaba de los maestros del renacimiento, y rinden este cuadro un pequeño homenaje, tanto a Miguel Ángel como a Leonardo. La mano extendida de Cristo imita el mismo gesto que Miguel Ángel había pintado en la Capilla Sixtina al evocar la creación del hombre.

De Leonardo parece acordarse también al decidir la postura de los personajes alrededor de la mesa, que evocan La última cena

Aun con la popularidad de esta obra, la fama de Caravaggio apenas se conservó tras su muerte porque no creó su propio taller para difundir su estilo. Sin embargo, su técnica del tenebrismo fue muy importante, e influyó en pintores posteriores.





Raquel Vivas y Celia Alfanjarín